sábado, 1 de diciembre de 2007

Mar Estela Ortega González- Rubio. Narrativa.


Reggaeton Queer

A Daniel Balderston

“Recuerdo lo que me dijo una vez un muchachito «activo»:
«No me doy vuelta porque tengo miedo que después me guste».
El prohibicionismo sexual atiza el miedo a un deseo horroroso”.
Nestor Perlongher, El sexo de las locas.

Oye, soy el Johan Rolando, pero aquí mis compas me dicen que soy igualitico a Tego Calderón, por eso me dicen el Calde. Debe ser por el pelo y la forma de cantar. Salsa le doy con mi comparsa a quien se me atraviese. Los demás partners del barrio “La Chinita” de Barranquilla que ni se vistan de mono cuco con corbata porque no van. Aquí el único que levanta es el Tego. Tengo mi flow antiguo como el vudú, sabroso como el bugalú. Yo soy el duro para las nenas y para las misses. Me gusta bailarlo lento, por eso les digo a las peques que, a pesar del cargamento, no se me acobarden. No se me vayan a desmandar que hay para todas. A veces sólo zipper abajo y ya me lo están mamando antes de que les diga. Mi lírica las cobija. ¿Para qué balas locas como Sam Bigote si yo soy soplapote, el dueño del masacote, el Joselito arrechote.

Hoy huelo a sabroso, huelo como a nuevo. Me siento al día en la mía, mami. Ando emperfumado, esperando a mi hembra, porque yo no vine para perder. Voy para donde me lleve esta ricura de cuerpo mío, porque hoy sí que voy a hacer maldades. Yo sé que hoy sí va a venir. La conocí aquí mismo, el sábado de Rey Momo en la diecisiete. Yo iba caminando para la tienda a comprar una paca de Marlboro, y ella llegó en su carro, una nave bien montada como la dueña, resbalosa y bien encerada. Me pitó y la pité de una sola mirada. Es de las que compran la ropa y las carteras en Buena Vista. Yo estaba en chanclas, pero no me importó; el que tiene su swing y su trance no necesita más nada. Me dije: “A esta cangri plástica le pongo un buen reggaeton y el tun tun se convierte en pum pum. A esta gata le gusta mi melaza”. Me arreglé el peinado y me le planté en frente, mostrándole todo el paquete y el tenderete.

Cuando estábamos dentro del carro, la agarré por el pelo. Le tiré en la boca mi lengua de acero. Le gustaba que la aplastara con mi cuerpo. Esta bambúa calibra exactico, siempre hace desastres. Se puso en seguida a mambotear. Entre más me pedía, más le daba placer en muchas direcciones. La carita le brillaba como a una princesita repartiendo cariñitos. La blanquita tenía lo suyo. Se pandeaba como si se fuera a desbaratar. Movía la batea como una licuadora. Si yo tuviera un palacio, allí tú serías la reina. ¿Cuándo pensaba yo que esa boquita roja me iba a chupar el bate esa tarde? Tenía que hacerle un mandao a una llave mía, pero en vista de las circunstancias... Mi amigo tampoco hubiera rechazado el entierro, y menos de una rubia natural, porque para decirnos la verdad, hasta el chocho lo tenía dorado como la cerveza rubia. Ay, alegría para mi cuerpo de negro yíguiri, el enemy de los guasabiri, el que nunca tira trilili. Yo, esa tarde, era sandunga para ella, mi blanquis, y sabor de aquí para ti.

Después que terminamos, le dije entonces a la querencita: “Mami, esto es chata de ajonjolí. Dale para la esquina donde hay una caseta de una llave mía para ponértela en la China. Vamos a gozárnoslo con la ropa puesta en la pista de baile. Aquí las más putas son las más finas”. Pero, ella tenía otros planes para mí esa tarde que ya estaba oscureciendo y metida en desfile de toritos y congos. Definitivamente, a cada abusador le llega su caderona, su pito a cada marimonda, su tolete a cada trinquete.

Se metió por un montón de calles raras que yo no conocía. Se sabía Barranquilla entera, de pe a pa, porque para llegar a mi barrio, sin que te atraquen, hace falta bañarse en todos los chorritos. Subió los vidrios para que no nos molestaran los disfraces pidiendo money y puso el aire acondicionado. ¡Qué bueno, porque tenía la tranca y las bolas sancochadas del calor! Sacó del bolso una moña entera. ¡Para qué! Estaba buena la bareta, aunque yo siempre creí que los ricos no sabían comprar. ¡Que puñetera traba nos metimos los dos! A ella le gustó cómo se me ponía tieso el cáñamo tan rápido, después de tremendo sofoco. Es que yo siempre me concentro en el palo, y ella que se relamía viendo al prieto este su servidor que suelta masucamba. Ya me imaginaba yo el banquetazo que nos íbamos a dar.

Estaba como extraña la vaina de que la mona esa me estuviera llevando para el barrio Los Nogales, porque ese era el barrio Los Nogales. Yo lo conocía porque una vez, yendo para la Carretera de los Locos, pasamos por ahí con unos mancitos amigos míos a los que les gustaba moverse por sitios pulidos. Para los que no sepan, la Carretera de los locos se llama así porque las pintas van en sus carros, como locos hablando solos, mientras las collitas vienen lamiéndoles el bejuco todo el trayecto, sin que nadie las vea por las ventanillas. Así que ahí entendí que íbamos para los moteles que están pasando la carretera que te digo. La hembra me preguntó si ya había estado por aquí. Yo le sonreí y le metí una mano en la concha. Quería que se fuera poniendo potrona, como una fiera, como una demonia. Quería que la mini-mini sintiera el feeling y me mostrara el bikini. Estaba hecha una melcocha. Me tocó calmarla, quería que me bailara lento.

Cuando entramos, la peque pagó setenta mil pesos por adelantado en el Scape porque con el cuento de los carnavales, las habitaciones estaban escasas por tanta gente metida en el expeluque y la gozadera. Pagamos, digo, pagó ella. El tipo de la recepción le miró la culata a mi rubia descaradamente. Le di un empujón para que no se metiera con la presa que era mía. Al entrar al cuarto, empezó a encenderme. Ella misma metió el acelerador. Se mezcló con mi cuerpo, no me hizo perder el tiempo. Me besaba por todos lados y me tiró perico en las narices. Una ricura de frescura me puso como loco. Prendió el equipo y sonó el Albayalde Tego Calderón. Yo quería bailarle a la hembra pero al natural, como si la conociera de atrás. Le quité la falda y el hilo dental: olía todavía a mi sexo y me alborotaba. Le cantaba “Oye, yo lo que quiero es perrearte y más na, yo lo que quiero es ganarte, mama”.

Me encueró toditico. La tranca me ardía. Aguanta, chiquilla, aguanta. Cuando me tiró en la cama, empezó a lamerme el ojete. Era la primera vez para mí. Creí que me iba a morir del gusto y el gozo. Luego sacó de la cartera una bambina de plástico más grande que la mía. Yo creí que era un disfraz pero luego vi que la jugada iba en serio. Se la amarró a la cintura con unas correas y la embadurnó de saliva. Los ojos se me querían salir. En seguida me acomodó y me la fue empaquetando primero suavecito, y después rápido y toda entera. Me azotaba enterito. Los ojos me bailaban y mis caderas se movían como una batidora, mientras ella me cantaba: “No te me ababache, mija. Vamos a darle lija a tu botija que llegó el que las bocinas castiga”.

Ahora, tengo una belleza que me viste y me calza, pero ella no me alcanza toda la noche y el día. Me voy con otras de vez en cuando, pero a ella la sigo esperando todos los días en la misma esquina, aunque ya hace dos meses que pasó. Ya no me enfogono tan rapidito, esa es la verdad. Yo no sé por qué no deja la actitud y el revolú. ¿Por qué no vuelves a perrearme otra vez, pillúa fantástica? Se lo digo ahora a todos los que no lo saben: Yo soy el dueño de este fuegote. Yo sí soy killer, más monstruo que los de "Thriller". Pero ella trae, pegado a su cintura, un palo encendido que es chulería en pote. Frente a las llaves me toca disimular, pero cuando esa mujer me come el orto es una fina. Chiquitica, vuelve para que me guayees. Si me das un break, como calculo, te brinco. Dame una clavada telepática. Azótame con tu tra. El que no entienda, se pone bruto y solito se enfanga. Todavía siento su sudor corriendo por mi piel. La quisiera coger, morder, desbaratarla. Me pone horny cuando la recuerdo por las madrugadas y me parece oírla cantando “Esta noche hay perreo de sobra. ¡Menéala! ¡Sandunguéala!”


Mar Estela Ortega González- Rubio. Cuento ganador del V Concurso Nacional de Cuento. 35 años Corporación Universitaria de la Costa, CUC, 2005, Barranquilla, Colombia.
marortegagr@hotmail.com. Imagen tomada del Blog www.mitologia-pagana.blogspot.com